La historia del América está llena de grandes goleadores. De artilleros de época como Borja, Zague o Cuauhtémoc. Jugadores que hicieron vibrar a la afición y levantaron títulos. Se han escrito incontables páginas sobre ellos y muy pocas para otro tipo de leyendas, esas que se las ingeniaron en la escases, que lejos de las luminarias se las arreglaron para defender con pasión los colores del América.

América terminaría penúltimo lugar en la temporada 1951-1952.

Hace 66 años debutó uno de los más grandes jugadores que hayan vestido la playera crema. Un 22 de julio de 1951 entraba a la cancha por 1º vez Eduardo González Palmer. Tenía 16 años y 11 meses. Lo hacía en un equipo a la deriva, el América de aquellos tiempos difícilmente pasaba de la media tabla y muchas veces coqueteaba con el descenso.

Lo mandó al ruedo José Luis Borbolla en un partido ante el Oro en el Estadio Ciudad de los Deportes. No era aquel equipo un cuadro plagado de estrellas, si acaso de jugadores de gran valentía como Manuel Cañizo, Mario Sánchez y Guillermo Hernández. El muchacho Palmer se las arregló como pudo para marcar 8 goles en su primera temporada y otros tantos en la segunda. Esas anotaciones fueron un bálsamo para los Cremas que sortearon el infierno del descenso en ambas temporadas.

Sus goles fueron disipando las angustias y en 1954 comenzaron a llegar las alegrías. La final de Copa México ante el Guadalajara el 12 de mayo de 1954 supuso un punto de inflexión en la carrera de Eduardo y en la historia del América. El destino le tenía preparado un insólito reto.

En el minuto 60 de esa final el arquero americanista Manuel Camacho fue expulsado, por lo que se tuvo que recurrir a un jugador de campo como portero. El asignado fue Palmer que, de manera increíble, realizó buenas atajadas el resto del partido. El improvisado portero solo pudo ser vencido al inicio de la prórroga (que constaba de 30 minutos) y todavía tuvo que soportar otros 2 tiempos extras (cada uno de 10 minutos) hasta que el partido llegó a los penales.

En esos tiempos la definición por penales consistía en tres disparos por cada equipo, todos lanzados por un mismo jugador. Le tocó al Guadalajara lanzar sus disparos primero. El encargado fue Juan Jasso, quien confiado ante el novel arquero se dispuso a tirar. El primer lanzamiento fue imparable ante la atónita mirada de Palmer. En el segundo Jasso quiso chamaquear a Palmer, pero Eduardo no cayó. Se quedó quieto en el centro y aguantó estóico el cañonazo. El Estadio de Insurgentes explotó en júbilo al ver como el guardameta detenía el disparo. En el tercero Palmer no pudo repetir la atajada, pero la hazaña estaba hecha. Su compañero Emilio Fizel anotó sus tres disparos y América obtuvo tras 16 largos y penosos años un nuevo título.

Palmer fue el 1º campeón goleador del América en el profesionalismo.

Esa atajada liberó al América de una maldición. Pronto vinieron tiempos mejores y con ello  campeonatos. Palmer fue el líder de ese resurgimiento. Jugó 200 partidos y anotó 105 goles. Fue campeón de goleo en la temporada 1958-1959 con 25 goles.

Aún hoy en día ostenta la marca de ser el más joven en anotar un gol de manera oficial con el equipo y es uno de los 3 jugadores que debutó a más corta edad. Se despidió del América en octubre de 1961, con la certeza de que el club había dejado atrás su momento más oscuro y en el horizonte venían días gloriosos.