El astro rey señorea la tarde en el Coloso de Santa Úrsula, el Azteca tiembla, sus gradas se estremecen y estallan en una explosión de color. Las tonalidades verdes de su alfombra natural se rinden cuando el club América salta como un campeón. Un azul loco se deshoja y entre verdes y azules resplandece un amarillo crema lleno de fervor. ¡Vaya delirio! ¡Vaya  Color! el estadio se viene abajo pues del fútbol mexicano es América, Agamenón.

 Las Águilas del Amé atacan y en las letras de una canción, cual melodía anidada al corazón se relata la historia y el sentir de una gran pasión. De un amor de manos cremas para dar azules veraniegos, la apasionada locura de poseer por entregar la ecuación universal, la más querida aventura. De un odio de vetustas mochilas, de cuentas pendientes, batallas ganadas y perdidas, nido de cuervos que por el vuelo de un Águila engendró fobias en enemigos de almas partidas.

Y por este papel crema sobre el que se desliza la historia, un 12 de octubre Récord y Colón, gestan la fundación del Club América. Como huellas en el reloj de arena del tiempo perdura la luz de un recuerdo iluminado por los hermanos Sota, Ernesto y Jorge, que dibujaron las hazañas de los primeros grandes héroes americanistas. Pues por estas líneas que cuelgan del universo azulcrema, que trazan las líneas del mundo americanista, y sirven como trampolín y escalera para la memoria, Enrique Borja el “Cyrano de los imposibles”, construye al filo de lo inimaginable los goles más memorables de la historia del fútbol mexicano.

Al Sol de los caminos que conducen al Azteca, en el azul que viaja con la brisa del recuerdo y susurra sus emociones por el Coloso de Santa Úrsula, se archivan momentos únicos firmados por Carlos Reinoso, Alfredo Tena, Luis Roberto Alves Zague, Cuauhtémoc Blanco… Porque el americanismo perdura en la línea de lo imposible, pues ni las balas pudieron con el "Chava" Salvador Cabaña que vive y es leyenda.

Héroes que construyeron la enredadera de sensaciones, la cascada de emociones que genera el Club América, tan intensas en el odio como en el amor, tan intensas como su historia, pues su irrupción en la elite supuso el enfrentamiento, entre el equipo de Guadalajara, la capital de la “provincia”, representado a través del “Campeonísimo”, “Las Chivas”, “El Rebaño Sagrado”, frente al capitalino rico y poderoso de la Ciudad de México, representado en el legendario color crema  de “El Club América”. Ciudad de México frente a Jalisco, el ritual sublimado de una rivalidad deportiva y social que se remonta a los años cuarenta del siglo pasado, y queda resumido en el regionalismo tapatío ante el orgullo capitalino.

Y para reflejar el sentimiento que brota de la sangre de un ave rapaz que otrora fuera canario, recurro a un magnífico cuento metafórico de Leonardo Boff titulado La fábula del águila y la gallina, (en el que sustituyendo la gallina por el canario vinculado históricamente a América de México), adapto e ilustro de forma parabólica el legendario e inmortal vuelo de las Águilas de América por el universo del fútbol mexicano:

"Un campesino crió un aguilucho junto con sus canarios. Lo trataba de la misma forma como lo hacía con sus gráciles aves domésticas, de modo que pensó que era una de ellas. Le daba la misma comida, la misma agua en un bebedero, le hacía cantar, trinar como si fuese un canario al son del himno americanista de Carlos Blanco. Y aunque el piar del águila jamás se asimiló al atrayente trinar del canario, la bella ave rapaz creció y se comportó como tal.

Cierto día pasó por su casa un ecologista (dicen que un empresario televisivo llamado Emilio Azcárraga Milmo) que, al ver al águila esforzándose por trinar, fue a hablar con el campesino y le dijo.

- Esto no es un canario, ¡es un águila!

El campesino contestó: -Ahora ya no es más un águila porque se cree canario.

El ecologista dijo: -No, un águila es siempre un águila. Hagamos una prueba.

Se subió con el águila al techo de la casa del campesino y elevando sus brazos, le dijo: -¡Vuela! Tú eres un águila, asume tu naturaleza.

Pero el águila no voló. Entonces, el campesino replicó:

-Se lo dije, él ahora es un canario.

-Mañana veremos,dijo el ecologista.

Al otro día fueron a una montaña cercana con el águila. El ecologista levantó al ave y le dijo: -¡Águila! ¡Mira ese horizonte, mira el sol allá a lo lejos, los campos verdes allá abajo, mira, todas esas nubes pueden ser tuyas! ¡Despierta tu naturaleza y vuela como águila que eres!

El águila comenzó a ver todo esto y fue quedando maravillada con la belleza de las cosas que nunca había visto, estuvo confusa al principio sin entender por qué había estado tanto tiempo alienada. Entonces sintió su sangre de águila correr por sus venas, sintió tensarse los músculos de sus alas y partió en un hermoso vuelo más allá de la razón, hacia el horizonte azul crema, en el que los sentimientos dan rienda suelta a una pasión única".