El primer gran reconocimiento de Marco Palacios como un símbolo de garra y lucha llegó en el 2005 con la Copa Sudamericana. Se acababa toda una época con la salida de Hugo Sánchez de la institución y el torneo estaba acabado para unos Pumas de la UNAM que se posicionaban en los últimos lugares del futbol mexicano y su placebo personal era este nuevo certamen sudamericano para los equipos nacionales.

Palacios no había sido tomado en cuenta por Sánchez, pero el que le vio cualidades para saltar a la cancha fue Miguel España, que lo habilitó como un segundo contención y lo puso como titular en aquel mítico partido de vuelta de la semifinal contra el equipo argentino Vélez Sarsfield. La historia le tenía deparada la sorpresa más grande: el primer gol fue del llamado “Pikolin” en un tiro de esquina y lo festejó como lo que era, su estreno y primera anotación como profesional.

Este impacto duró hasta la final donde perdieron el campeonato con el Boca Juniors en la cual Marco tuvo la responsabilidad de marcar a gente como Martín Palermo o Rodrigo Palacios. Más allá del resultado, el desempeño y la valentía de aquel equipo para salir de una situación difícil fueron las cartas de presentación para los años que seguían en Pumas. Palacios fue uno de los bendecidos con esas cartas.

A pesar de sus carencias, la afición auriazul se identificó con él: era un tipo con alma de peleador

Pero los años siguientes fueron irregulares para Palacios. Hubo un momento que fue utilizado en posiciones extrañas como lateral o hasta delantero. La salida de España y la vuelta de Ricardo Ferretti a la institución felina le dieron un bajón a su carrera. Incluso salió durante un año al puerto jarocho con los Tiburones del Veracruz en el 2008. Esa vuelta de tuercas lo hizo madurar y entender que la vida no solo era intensidad sin sentido.

Y lo hizo con un trébol de cuatro hojas. No solo convenció a Ferretti de que sabía marcar bien, sino que se ganó su titularidad para uno de los torneos más importantes en la era del brasileño: el Apertura 2009. Con compañeros como Bernal, Barrera y Palencia, los Pumas ganaron su sexta estrella al derrotar a los Tuzos del Pachuca en la gran final. Palacios destacó en los partidos finales.

Aunque su forma de marcar y su aparente rebeldía se degradó a ciertos momentos que le dieron el mote de violento e irresponsable. Sus peleas con contrarios y árbitros, así como expulsiones por situaciones inverosímiles empezaron a ser frecuentes. La tribuna lo apoyó lo más que pudo, a pesar de que a veces se podía ganar cierto reproche por este tipo de problemas.

La garra de Palacios le alcanzó para ser campeón por cuarta vez con el Club Universidad en el Clausura 2011. Se sabía que no era material de Selección Nacional ni para estar en el cuadro de los once mejores, pero era cumplidor y la tribuna festejaba en ciertos puntos las actitudes de entrega que tenía. Un tipo con alma de peleador.

Hoy, el Pikolín zarpa a una nueva aventura con Monarcas Morelia. Quizá no vuelva a pisar Ciudad Universitaria como parte de la institución, pero de que ya es parte de la historia del club por su palmarés, de eso no hay duda alguna.