De lo ridículo a lo sublime, así fue la transición que tuvo América del final de una década al principio de otra. Tras los malos resultados entre 2008 y 2010, nuevos aires llegaron a Coapa con la presencia de Ricardo Peláez y Miguel Herrera. En un principio la misión de ambos era estabilizar al equipo para llevarlo de nuevo a las liguillas, y posteriormente, regresarlo a los primeros planos del futbol mexicano.

La dupla en ataque formada por Raúl Jiménez y Christian Benítez fue letal.

Los buenos resultados llegaron rápido, con una base de jugadores que combinaba nacientes estrellas de la cantera (Raúl Jiménez y Diego Reyes) y contrataciones acertadas (Moisés Muñoz y Paul Aguilar). En el Clausura 2013, tercer torneo al mando de Miguel Herrera, las Águilas comenzaron a tambor batiente con 5 victorias en 6 partidos.

Las Águilas apenas perdieron un par de veces en el torneo antes de llegar a la última fecha del campeonato para disputar el súper liderato ante Tigres. Aquel era un duelo crucial para el cuadro de Miguel Herrera que ya había sufrido las consecuencias de no cerrar como local las series de liguilla en torneos pasados. La derrota por 0-2 en el Azteca sembró serias dudas en los de Coapa, que además vieron su invicto como local desaparecer.

Por si fuera poco, esa derrota los llevó a jugar contra uno de sus acérrimos rivales; Pumas. Los americanistas disiparon cualquier duda ganando ambos duelos. En la siguiente ronda chocaron con Monterrey, antiguo verdugo de liguillas. Tras un empate a 2 goles en el Tecnológico, los goles de Benítez llevaron al América a una final después de seis años. El equipo llegaba a la tan anhelada cita con sus dos delanteros on fire; en la liguilla Christian Benítez había anotado 5 goles y Raúl Jiménez 2.

Tras la ida, América tendría que remontar en el Azteca.

El rival en la gran final era Cruz Azul, un cuadro ansioso por vencer al América y terminar con una larga sequía de títulos. Las Águilas fueron al Estadio Azul en busca de una victoria que encaminara la serie, pero a cambio se encontraron con un cruel destino. Perdieron el partido por 0-1 con un gol de cabeza Christian Giménez.

Si la hazaña era complicada, ésta tomo tintes de imposible cuando en los primeros minutos las Águilas recibieron un gol en contra y la expulsión de Jesús Molina. Entonces sobrevino una revolución que reflejó exactamente lo que el club había vivido en los últimos años al mando del ‘Piojo’; pasar del abismo a las alturas. El equipo se volcó hacia delante en busca del campeonato y en los minutos finales marcó los dos goles necesarios para llevar el partido a tiempo extra. El segundo de ellos una obra digna de la estética de lo impensado, cuando Moisés Muñoz remató con la cabeza el gol de la igualada en el minuto 92.

Tras los tiempos extras, la final se decidió en penales. Ahí se distinguió un hombre que también había sufrido una metamorfosis en los últimos años; Miguel Layún. El veracruzano, víctima de innumerables burlas en los momentos más difíciles del América, convirtó el penal definitivo que acababa con una sequía de ocho años sin título de liga. América había resurgido.