Aún conservo guardado, porque esto de dejar la soltería no me permite darme el lujo de mantenerlo colgado en la pared, el cuadro muy sencillo que un amigo me regaló cuando tenía 17 años y era su figura con la playera de la Roma enfundada marca Diadora.

Muchos sabían, aunque jamás podré ser el número uno, de mi fanatismo por uno de los dioses que el futbol nos ha entregado. Este fin de semana se retiró el jugador italiano que más he admirado en la historia. No me fusilen, me tocó vivir esta época del futbol.

Las peleas mediáticas pero jamás en persona con Alessandro del Piero. Su gol al estilo “Panenka” contra Holanda en la Eurocopa. Su capacidad técnica para sacar un pase imposible en el momento menos pensado. Su liderazgo dentro y fuera de la cancha. Su porte, figura y temple para enfrentar a los mejores del mundo. Su estilo, moda y caminar en los pasillos del club, desdeñando placeres mundanos.

Habría mil analogías con las cuales compararle por ser romano. Desde ser un gladiador en el Coliseo, un emperador la Ciudad-Estado, o simplemente un esclavo del futbol que vivió de ello y para ello desde que se fundó la playera “giallorossi”.

Sin embargo, Francesco Totti es el equipo mismo. Es el orgullo de una ciudad que fungió como nación en la Europa Antigua y que desde allí se dirigía a conquistar los demás sitios cercanos y lejanos.

Jugar de 10 para Italia siempre fue su sueño, mismo que forjó poco a poco y que logró alcanzarlo hasta llegar a ser parte del equipo campeón del mundo en Alemania con la escuadra “azzurri”.

La vida le dio muchas oportunidades para salir de su amado equipo. La más clara, ser parte de ese conjunto galáctico del Real Madrid en la década pasada cuando Florentino Pérez había casi amarrado al delantero italiano; no obstante, en un acto de total amor a “la Loba”, se alejó la venda de los millones de euros para encumbrarse en ese pequeño grupo de la actualidad que jamás cambió los colores de su equipo.

Ser romano, se le nota, lo llena de orgullo por pertenecer a una estirpe que no todos tienen el privilegio de presumir. Jugar para los colores del equipo de tus amores de forma profesional es el sueño que millones de humanos deseamos, en algún momento de nuestra vida, por hacerlo realidad. Totti fue fiel y leal a ese sueño.

Aún tengo ese cuadro que me regaló mi amigo y, estoy seguro, se lo enseñaré a mis hijos para contarles la historia de un esclavo del futbol que se convirtió en el Emperador de Roma.

¡Gracias, il capitano!

Botepronto

Los hombres no lloran, pero ser testigo de las lágrimas derramadas de Daniele De Rossi por el retiro de Totti es lo más viril que he visto los últimos años.

Préndela así, de volea.